jueves, 2 de febrero de 2012

QUIEN ES PABLO PEREZ ..???





Pablo Pérez

en los análisis de Thaelman Urgelles



Ser un gerente, con una obra que mostrar, gobernador del estado Zulia,
el más importante y poblado del país, donde la oposición está
consolidada como clara mayoría,y su lanzamiento como candidato por
tres de los principales partidos de la oposición se mostró como un
serio desafío al liderato que hasta ese momento tenía Henrique
Capriles Radonsky. ¿Será todo eso suficiente para llevar a Pablo Pérez
a encarnar la candidatura de oposición el 7 de octubre próximo?...

La supuesta ventaja de Pablo Pérez Álvarez al poseer, junto a su
tocayo Medina, una imagen de hombre de pueblo frente a la imagen
“sifrina” del resto de sus oponentes, se ve considerablemente
compensada por sus escasos antecedentes como fajador en la dura arena
política de los últimos años. Pérez no puede mostrar heridas de
batalla como el juicio y prisión de Capriles Radonsky, la
inhabilitación de Leopoldo, los juicios contra María Corina y Súmate,
la salvaje expropiación contra Diego Arria, el intenso protagonismo de
todos ellos en calles y tribunas públicas, así como la muy extensa
trayectoria de lucha política y social de Pablo Medina. Su biografía
política personal es, para resumir, un tanto exigua.

Aunque su linaje político es el más antiguo entre todos los
precandidatos. Su más extensa biografía, cuasi oficial, publicada en
Internet, narra de una abuela adeca – doña Amalia Herrera de Pérez-
quien en Maracaibo organizaba reuniones clandestinas durante la
dictadura de Pérez Jiménez. Su padre, el abogado zuliano Pablo Pérez
Herrera, fue dirigente de Acción Democrática en ese estado, donde
ejerció importantes cargos de gobierno y al que representó por un
período en el Congreso de la República, en 1968. El doctor Pérez y su
esposa Juanita Álvarez son incluso compadres de bautismo de Carlos
Andrés Pérez, cuyos nombres y apellido son ostentados por su ahijado,
un hermano menor de Pablo. Algunos atribuyen esa relación de ahijado
con CAP al propio precandidato, algo que no ha sido suficientemente
desmentido y que de ser cierto le daría otra coincidencia con Chávez,
quien arrastra la conseja de que su segundo nombre le fue asignado en
honor a su padrino Rafael Caldera.

Pablo Martín Pérez Álvarez nació en Maracaibo, estado Zulia, el 19 de
agosto de 1969. Zuliano de varias generaciones aunque una de sus
estirpes es andina, de la etnia indígena timoto-cuica, procedencia muy
favorable de cara al proyecto de oponer a Chávez un gallo de su misma
casta. Según Pérez, su abuelo andino vino al Zulia, como miles de
campesinos venezolanos, en busca de un puesto de trabajo en la
industria petrolera que se expandía en la región. Al abrigo de la
cosecha petrolera, la familia de origen proletario pudo ascender
pronto a la clase media, concretamente con el título de abogado de
Pablo Pérez Herrera. Ello permitió que Pablo y sus hermanos recibieran
educación en uno de los mejores colegios católicos de Maracaibo, donde
destacó en los estudios y en la práctica del béisbol y el baloncesto,
algo muy común en el muy deportivo estado Zulia y afín con la
contextura atlética del joven.

La referida biografía habla de un adolescente vocación sacerdotal, la
cual por lo visto fue desechada por otras opciones profesionales. Dado
que en los colegios privados no suele permitirse la actividad
política, el estudiante Pablo Pérez sólo pudo cumplir el mandato de
toda familia venezolana politizada, al comenzar sus estudios de
derecho en la Universidad del Zulia: inmediatamente se inscribió en la
juventud de Acción Democrática, lo que le permitió ocupar posiciones
de representación en el Centro de Estudiantes de la Facultad, en la
directiva de la FCU y como Responsable Universitario de AD. Ello no le
impidió continuar con la vocación deportiva, a esas alturas como
dirigente en organizaciones de baloncesto.
Al egresar en 1994 como abogado de LUZ, Pablo Pérez Álvarez era lo que
se llama “un excelente muchacho”. Debemos sin embargo, para ser
justos, mantener la mirada exigente que hemos tenido hacia los demás
precandidatos, y en tal sentido observar que entre el grado de
bachiller de Pérez y el de abogado mediaron 8 años. Las razones no
divulgadas de ello podrían remitir a algún viaje, enfermedad o algún
otro tipo de problemas o proyectos personales, pero no es ocioso
suponer que el joven activista político haya sufrido en esos años el
mismo síndrome de “estudiante profesional” que suele afectar a muchos
de sus congéneres en las universidades públicas del país.
Lo cierto es que luego de su grado ya estaba en las lides gremiales,
en el Colegio de Abogados del estado Zulia, donde fungió como
Secretario y luego Vicepresidente. Y muy pronto -en 1995, a los 26
años- unió su destino profesional y político a la figura de Manuel
Rosales, quien acababa de asumir su primer período como Alcalde de
Maracaibo. No es injusto decir que la carrera política y pública de
Pérez se ha desarrollado a la sombra del fulgurante éxito que tuvo en
el Zulia Manuel Rosales, a partir de 1990.

Ha sido como eficiente y leal colaborador y luego, como heredero de
las posiciones que fue dejando Rosales en su ascendente carrera (y
luego en su circunstancial declive) que Pablo Pérez construyó su
ascenso político, primero en la región zuliana y ahora en escala
nacional. Y no debe haberle sido fácil ocupar tales espacios, en un
contexto como el zuliano, pleno de profesionales y activistas
políticos competentes y hábiles para el manejo político. Basta con
revisar el equipo de gerentes públicos y operadores políticos que han
acompañado a Rosales en los 15 años de sus ejecutorias para respetar a
quien en poco tiempo, y con menor edad, logró colocarse como el
segundo de a bordo en el proyecto.

Es larga la lista de posiciones administrativas y gerenciales zulianas
ocupadas por Pérez en el gobierno zuliano. No viene al caso
enumerarlas, pues están en todos sus resúmenes biográficos. Baste
señalar que van desde la más modesta -asesor jurídico en el Concejo
Municipal de Maracaibo- hasta la elevada secretaría general de
gobierno del estado, antesala de su elección como gobernador. Todo
ello en pocos años, lo cual da cuenta de una sobresaliente capacidad
para la gerencia pública, aunque su rápido éxito también supone que no
ha sido un minusválido en el forcejeo palaciego.

A partir de su ingreso a la administración pública, no hay en este
currículum mayores logros de carrera político-partidista. Al parecer
el joven abogado se concentró en el ejercicio eficiente de sus cargos
públicos antes que a las tareas político-organizativas. Recuérdese
que, ya a principios de los años 2000, Rosales se distanció de AD y
poco después fundó la organización regional UNT; en tal proceso
participó sin duda Pérez, pero no se lo visualiza como uno de los
activistas principales. Salvo demostración en contrario, la imagen que
tenemos de Pablo Pérez es la del administrador que cuidó la bodega
mientras Rosales y sus lugartenientes construían el partido, producían
las victorias electorales y gestaban el salto a la arena nacional. El
valor de esta suplencia debió ser decisivo en 2006, cuando Rosales
debió dedicar más de la mitad del año a la precampaña y campaña
presidencial, como abanderado de la oposición.

(En las recientes afirmaciones hemos empleado un tono supositivo, dado
que no hemos entrevistado a nadie ni consultado otras fuentes que las
disponibles para cualquier venezolano común. No hemos asumido estos
análisis como una investigación histórica sino como ensayos de
reflexión ciudadana, a partir de la observación cotidiana de la
realidad).

En 2004, Pablo Pérez es designado por Un Nuevo Tiempo como candidato a
la alcaldía que 4 años atrás había dejado el jefe del movimiento. Es
sin duda un logro político importante, obtenido –siempre según nuestra
suposición- más por su prestigio como gerente público que por sus
habilidades para manejarse dentro del aparato. Insistimos en esta
circunstancia, porque ella nos va dibujando el ascenso de una figura
política que corresponde a una nueva y aun larvada Venezuela: aquella
donde la fuerza de las capacidades, de los logros concretos, tiende a
privar sobre el tradicional juego de maniobras internas dentro de los
partidos. En las formas políticas previas –que sin duda se mantienen
vivas, pero agonizan ante el empuje de una ciudadanía cada vez más
despierta y exigente- una selección de este tipo recaería directamente
en un adlátere del jefe partidista de turno antes que en el
funcionario adecuado para ejercer el cargo en disputa. Al observar su
desempeño posterior a esos años, no dudamos en otorgar ese mérito a
Pablo Pérez.

No le alcanzaron, sin embargo, para vencer en su primera confrontación
electoral de envergadura. Enfrentado al alcalde en ejercicio Giancarlo
Di Martino -electo en el 2000 como candidato de UNT, pasado luego al
campo oficialista, y uno de los pocos de ese sector, junto a Henry
Falcón en Barquisimeto, que ofrecía una obra municipal respetable-
resultó derrotado en una elección muy reñida, cuyos resultados
debieron esperar el día siguiente de las votaciones. El escaso
conocimiento que había de su figura, más el ventajismo y las
manipulaciones habituales en favor de los candidatos oficiales,
privaron para el resultado adverso, que el mismo Pablo ha reconocido
como un momento muy doloroso de su carrera.
Redimensionado políticamente por su buen desempeño electoral, es
designado por el gobernador Rosales como Secretario General de
Gobierno. El resto de la historia es más conocida: Rosales es
designado candidato de oposición para las presidenciales de 2006,
Pablo cubre su retaguardia mientras hace la campaña, Rosales regresa
al Zulia tras su derrota frente a Chávez y no puede lanzarse a la
reelección en 2008. Entonces se lanza es a la Alcaldía de Maracaibo y
Pablo Pérez es designado candidato a la gobernación. Ambos ganan sus
contiendas, aunque Manuel Rosales, a pocos meses de asumir la Alcaldía
más grande el país debe abandonarla e irse asilado ante acusaciones de
corrupción que, desde el gobierno, lo amenazaban con juicio y cárcel.



Una pre-candidatura tardía


A partir de la candidatura presidencial de 2006, Un Nuevo Tiempo se
dimensionó como partido nacional. Recibió en sus filas a dirigentes y
militantes de diversos cauces partidistas: ex-masistas de la corriente
de Petkoff, quienes anduvieron varios de los anteriores años con
Francisco Arias Cárdenas, disidentes de Acción Democrática (de hecho
Rosales también lo fue) y la corriente que bajo el liderazgo de
Leopoldo López se había escindido de Primero Justicia. En las
elecciones regionales de 2008 y en las parlamentarias de 2010 el
partido se consolidó como una de las tres organizaciones más votadas
nacionalmente, aunque resulta visible que el mayor porcentaje de esta
fuerza electoral sigue concentrado en la región zuliana.

Tras la persecución judicial contra Rosales y su salida del país Pablo
Pérez heredó, además de la gobernación más grande de Venezuela, la
vocería pública nacional de UNT; y algo más importante: el estatus de
un posible candidato presidencial con enormes posibilidades de
encabezar a la oposición. Hubo ciertamente bastante forcejeo para la
toma de esa decisión por el partido; al parecer Rosales sigue siendo
allí el dueño del bate y la pelota y además conserva una estructura de
lealtades que hicieron bastante disputada la decisión. Desde afuera se
percibió que los sectores de reciente integración al partido se
inclinaban mayormente por Pablo y los más antiguos –y zulianos- por
Rosales. Pensamos que en la decisión final privó la negación de
Rosales de regresar al país, tras una serie de amagos que nunca fueron
cumplidos. Fue significativo que el anuncio de la decisión de UNT lo
hiciera el propio Manuel Rosales, desde Perú o Panamá.

El intrincado y largo proceso interno que condujo a su designación por
el partido hizo que la pre-candidatura de Pablo Pérez tuviera un
lanzamiento tardío, en relación con la temprana mención del nombre de
Henrique Capriles Radonsky por Julio Borges, apenas se conocieron los
positivos resultados de la oposición en las parlamentarias de
septiembre 2010. El haber corrido solo –aunque sin designación formal-
durante los primeros 7 meses de este año le proveyó a Capriles una
significativa ventaja entre el electorado opositor, además de sus
innegables méritos como alcalde y gobernador eficiente y su positiva
figura de político joven, valiente y bien formado.

Pero el lanzamiento tardío no parecía un obstáculo para que Pérez y su
equipo remontaran la ventaja que les llevaban Capriles, Primero
Justicia y sus aliados. Las características de Pablo en cuanto a
hombre de extracción y apariencia popular, con fuerza electoral en el
estado de mayor población, su estilo campechano y sencillo, lo hacían
merecedor de enormes simpatías entre opositores de toda Venezuela,
entre ellos muchas personas de elevado estatus socio-económico: “es el
hombre ideal para enfrentar a Chávez –solía escucharse- mucho mejor
que los políticos sifrinos de Caracas”.

Pronto comenzó a percibirse un acercamiento natural de Acción
Democrática hacia la opción zuliana. Aunque había para ello un
problema: Antonio Ledezma ya estaba lanzado como pre-candidato.
Importante dirigente de la oposición en estos 12 años, admirado por su
sorpresiva derrota al chavismo en la Alcaldía Metropolitana de Caracas
y por la valentía y dignidad con la que resistió los atropellos
oficiales contra el ente que limpiamente obtuvo. Ledezma posee una
impresionante trayectoria en las filas de AD; y aunque años atrás
había abandonado al partido, se encontraba en un proceso de franco
acercamiento con la casa matriz y goza del afecto y la adhesión de una
importante porción de su militancia.
La decisión de AD sobre pre-candidaturas, descartado de principio un
abanderado propio, tendría por ello que transitar también un
complicado proceso interno, de tal manera que el desenlace no
produjera lesiones internas en la organización ni en la relación de
ella con el aspirante que no recibiera el apoyo. Ramos Allup manejó el
asunto con prudencia y produjo una decisión sin traumas inmediatos, en
favor de la opción que ofrecía al partido una mayor posibilidad de
victoria en las primarias. Sin ese apoyo capital, Ledezma abdicó de su
aspiración con respetable dignidad y se mantiene solidario a todo el
proceso, sin apoyar a ninguno de los aspirantes. Mas este nuevo curso
decisorio retrasó esta vez el fortalecimiento que AD brindaría a la
pre-candidatura de Pablo Pérez.

Luego se añadió el apoyo de Copei, partido que sufre un notable
deterioro a causa de una amarga disputa estatutaria. Posteriormente,
los de otras organizaciones de menor dimensión, algunas personalidades
de relieve en el mundo político de los últimos años y décadas; y
finalmente el apoyo de una porción del MAS, tras uno de los aparatosos
conflictos internos habituales en ese partido. El frente así
configurado ofrece un aspecto bastante atractivo en cuanto a la
fortaleza relativa de sus aparatos de movilización electoral, pero al
mismo tiempo le confiere a Pérez el aspecto de un “pre-candidato del
Sistema de la oposición”. Una condición que se acentúa por el apoyo
que le brindan grupos económicos, financieros y mediáticos que
hicieron sus mayores haberes a la sombra del Estado, antes de Chávez,
y algunos que lo continúan haciendo durante el “proceso bolivariano”.

Esto motivó entre los observadores el debate sobre qué pesaría más en
la suerte electoral de Pérez: si la fuerza de votos seguros y la
capacidad de movilización que le proporcionaban los partidos aliados,
o el peso muerto que significaba -luego de toda el agua que ha corrido
aquí en los últimos 20 años- presentarse en las ciudades y pueblos de
Venezuela como el candidato de AD, COPEI y el MAS…. Particularmente
nos inclinamos por la segunda opción.

Estrategia y Campaña

Conscientes de aquel problema, los veteranos políticos que encabezan la
alianza han decidido mantener en bajo perfil las siglas partidistas
que la componen y centrar todo el esfuerzo propagandístico en la
figura del pre-candidato. Esto fue exigido, además, por el hecho de
que Pérez no era muy conocido en las regiones del país distintas al
Zulia y sus estados vecinos. Los dirigentes partidistas se dedicarían
a promover, también de cara a las primarias, a sus propios
pre-candidatos a gobernadores y alcaldes. Ello trajo consigo un nuevo
problema: el vuelco del activismo más visible de AD y Copei hacia sus
propios candidatos regionales y locales ha producido un abandono del
aspirante a su propia suerte y a la ayuda de sus colaboradores más
cercanos. Siempre como observador distante, nos luce un poco solitario
este Pablo Pérez recorriendo el país y tratando de acortar una
desventaja que luce a veces congelada y otras en franca expansión.

Si examinamos las páginas Web de AD, Copei y hasta de UNT,
encontraremos que la campaña de Pablo Pérez no posee espacios
protagónicos en la misma. Casi todas están dedicadas a sus temas
partidistas, a decisiones de la MUD y a promover sus propios
candidatos locales; Pérez es un issue más, cuando no es inexistente.
En la página Web de AD, sección noticias, de fecha 24 de enero de
2012, la primera mención de la campaña presidencial se hace en la
página 3 (la noticia 24°, del 16 de diciembre), referida al
nombramiento del comando de profesionales y técnicos de AD con Pablo
Pérez, en el estado Vargas; un caliche, pues. Luego salta a la página
5, del 18 de noviembre, sobre el debate de los precandidatos en la
UCAB. El asunto es similar en la página de Copei y así ocurre, aunque
en menor medida, en la página de UNT, su propio partido, donde Pérez
es tratado como una noticia más junto a sus compañeros candidatos a
otras posiciones: Delsa Solórzano, William Ojeda, Olivares, Blyde,
Stalin, suelen encabezar el Home de dicha página con preferencia sobre
el candidato. Mientras tanto, Pablo Pérez recorre el interior del país
junto a los pre-candidatos a gobernadores y alcaldes de los partidos
que lo apoyan; retratándose con ellos, levantándoles las manos, etc.
Si esta no es la imagen de una pre-candidatura presidencial utilizada
como portaaviones de las opciones regionales y locales, dígase
entonces lo que es.

En realidad, es encomiable el papel que está haciendo Pablo en la
soledad descrita y ante la carencia de un claro fundamento
estratégico. Frente a los nítidos perfiles y líneas temáticas
-acertadas o erradas- que han intentado para sus aspirantes los
comandos de Capriles, López, Machado y Arria, la campaña de Pérez no
muestra un definido rumbo estratégico, ni acciones que luzcan el
resultado de decisiones pensadas e investigadas. En principio trataron
de centrarse en la indiscutible obra de gobierno desplegada en el
Zulia y en una imagen campechana del líder. Esto último fue abortado
por la difusión que dio el gobierno de un video donde Pérez quedaba en
posición poco elegante. Tuvieron entonces que ir a un perfil más
institucional, al cual por cierto responde muy bien el pre-candidato,
de quien hay que decir que posee auténticas condiciones para la
vocería política de masas y ha hecho un esfuerzo divulgativo digno de
elogio. Por lo pronto, nos parece mucho más formado y mejor vocero que
Manuel Rosales, a quien hace 6 años le entregamos sin más nuestras
banderas democráticas.

Nos sorprende que el comando de campaña de Pérez no haya puesto sobre
el tapete una agenda claramente socialdemócrata, correspondiente con
la filiación de los partidos que lo integran; porque la agenda
demócrata-cristiana posee un contenido programático similar. La
socialdemocracia y la DC poseen lenguajes y temas bastante acordes con
la necesidad de enfrentar a Chávez en su propio terreno. Y referentes
internacionales de éxito que podrían muy bien ser mostrados en una
campaña nacional como esta. Si bien es cierto que hoy en Europa estos
referentes se encuentran algo devaluados, también lo es que el
socialismo radical está absolutamente desprestigiado y Chávez lo
manosea a diario con no poco éxito.
Esta omisión en el empleo de las propias herramientas conceptuales ha
dado lugar a un asordinamiento de la disyuntiva ideológica que subyace
en esta contienda de las primarias. Aunque ella no se ha manifestado
con franqueza y su tímida formulación ha sido expuesta en términos muy
gruesos, únicamente María Corina Machado la ha venido expresando con
creciente claridad. Es un hecho que también Capriles Radonsky y
Leopoldo López muestran una faz liberal-modernizadora en lo político y
socio-económico. Arria y Medina, desde polos ideológicos opuestos, han
decidido ignorar tal aspecto y coincidir en una agenda puramente
político-institucional.

Al sugerir que la campaña de Pérez ha debido explotar su perfil
socialdemócrata no estamos proponiendo que los pre-candidatos
introduzcan en el debate consideraciones sobre los espacios políticos
tradicionales: izquierda, derecha, centro… Algo que fue sugerido por
Teodoro Petkoff en entrevista con el periodista y escritor Boris
Muñoz, cuando declaró que Pablo Pérez es la mejor opción para
enfrentar a Chávez por su posición de centro izquierda, frente a la
centro derecha encarnada por los otros candidatos. Es un argumento
respetable –como todos los de Teodoro- aunque no lo compartimos. Lo
que resulta extravagante en un hombre tan lúcido es la conclusión,
ante el mismo Muñoz, de que “… si Pablo Pérez no es el candidato este
país está jodido".
Con el transcurso de la campaña ,Pablo Pérez ha crecido visiblemente
como vocero, tanto en el aspecto programático como en el lenguaje
político. Si bien su aparición en el primer encuentro entre los
precandidatos pareció un poco ensayada por los asesores, con frases y
gestos prefabricados, en los siguientes –y particularmente en el
presentado en enero- lució aplomado, convincente y sincero. Igualmente
su registro en las giras regionales lo ha mostrado como un conocedor
de los problemas de cada estado, un mérito que sin duda comparte con
sus asesores partidistas.

En las semanas recientes su discurso está enfatizando dos consignas:
tarjeta única y no reelección. Se trata de una línea estratégica
pertinente, porque ambas son aspiraciones antiguas del pueblo
opositor: la no reelección ha sido un sostenido argumento contra la
obsesión continuista de Chávez y la tarjeta única un reclamo de las
bases antichavistas, en busca de una identidad más nítida que libere
al sector democrático de la mala imagen conservada por los partidos.
Sin embargo, pensamos que a estas alturas dichos temas poseen escasa
relevancia para la mayoría de los electores; y además, detrás de ellas
se percibe muy claro el interés de los partidos que respaldan a Pérez,
necesitados de presionar a Capriles Radonsky y a Primera Justicia para
que acepten ambas condiciones.

Sería muy grave para estos partidos que, ante el probable triunfo de
Capriles el 12-F, este sea presentado para Octubre con tarjetas
separadas de cada partido. Ello conduciría a una elevadísima votación
para Primero Justicia, con lo cual se despegaría definitivamente en el
voto nacional y en su tamaño como partido. En cuanto a la reelección,
la perspectiva del triunfo de Capriles en febrero y octubre los lleva
a intentar cerrar toda posibilidad de su continuidad por un nuevo
período, puesto que ello alejaría las oportunidades de todos los que
están prevenidos con miras a 2018 (o antes, si se lograre reducir el
período constitucional). Ciertamente, los dos temas son de importancia
central para el sector democrático. Pero existen argumentos también
serios en contra de la tarjeta única y en favor de una sola
reelección.

En primer lugar, algunos argumentan que la tarjeta única era mucho más
necesaria para las elecciones parlamentarias, porque permitía ofrecer
una identidad más clara y sólida para las planchas unitarias. Pero a
ello se opusieron los mismos partidos que hoy la exigen en la vocería
de Pablo Pérez, porque en aquel momento les convenía contarse y
demostrar su mayor fortaleza frente al resto de los partidos. Ahora
que el candidato puede ser de un partido distinto, la tarjeta única
llevaría a que todos los gatos sean pardos, evitando que ello se
convierta en trampolín para el despegue del partido del candidato
ganador. Quienes respaldan tarjetas separadas de cada partido, más una
tarjeta unitaria de la MUD, argumentan que tal medida permitiría que
el candidato opositor tenga una presencia múltiple y variada en el
tarjetón electoral, similar a la que ofrecerá seguramente el candidato
Chávez. No es poca cosa este argumento.

En cuanto a la reelección, sus partidarios argumentan que todo
presidente requiere dos períodos –de 4 o 5 años- para ejecutar un
programa de gobierno coherente. Tal solución ha sido adoptada por casi
todo el resto de Latinoamérica, sin mayores problemas; y cuando en
Colombia el presidente Uribe intentó alargar a tres sus períodos,
funcionó la institucionalidad para impedirlo. Es otro argumento de
peso, el cual merece al menos un debate más sosegado y menos
circunstancial que el promovido mediante consignas de campaña
electoral. En todo caso, la reiteración de estas dos propuestas como
consignas de campaña pudiera permitir, a los partidarios de una
reelección y de tarjetas múltiples, proclamar que las dos ideas ya
fueron desechadas por los electores, en caso de no resultar Pablo
Pérez vencedor el 12-F.

Finalmente, cabe comentar el comportamiento de Pablo Pérez y de su
comando ante la alianza anunciada por Leopoldo López y Capriles
Radonsky. Mientras el comando ofreció una lamentable rueda de prensa
teñida de reconcomio y balbuceantes explicaciones, el pre-candidato
mostró madurez y tolerancia, al aceptar democráticamente un hecho que
ciertamente fortalece a su principal contendiente, y mantuvo el curso
normal de su campaña, basada en el incansable recorrido por las
diversas regiones del país.
No podemos terminar este análisis sin reconocer que en Pablo Pérez la
democracia y la política venezolana ganaron en estos meses un
importante baluarte, de cara a la construcción del país que todos
soñamos. Aunque no resulte triunfador en la primarias, como luce
previsible, su nombre quedará entre los factores a tomar en cuenta
para el futuro, en un abanico de probables posiciones donde puede ser
útil.

Por lo pronto, proponemos a la ciudadanía movilizada -la que ejerce
sus derechos de opinión por los más distintos medios y redes- que
insistamos ante la MUD y el partido Un Nuevo Tiempo, en el sentido de
corregir la injusticia cometida contra Pablo Pérez en ocasión de ser
inscritas las pre-candidaturas a presidente, gobernadores y alcaldes.
Aquella que -mediante un reglamento muy discutible, sin primarias y
con escasa explicación- designó candidatos a la gobernación del Zulia
a la señora Eveling de Rosales y a la alcaldía de Maracaibo al
ingeniero Enrique Márquez. De no resultar electo candidato único el
12-F, lo correcto es que Pablo Pérez sea el candidato a la gobernación
del Zulia y la señora Rosales a la alcaldía. Vemos con satisfacción
que el tema está presente en la opinión zuliana, pero no está demás
apoyarlo desde ya, porque sabemos cómo se suelen cocer las habas en
nuestra política.


Thaelman Urgelles

informe 21

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