jueves, 30 de junio de 2011

LA DRA. HEIDI MAGO NOS DIBUJA EL DRAMA HOSPITALARIO DEL PAIS... DE UNA MANERA CONTUNDENTE Y SOBRECOGEDORA ..!!!

La “CHET” o Askaban?
Dra. Heidi Mago
Los personajes de las populares obras de T.J Rowling, no son más que representación fantasiosa de la lucha entre el bien y el mal, del poder dictatorial e ilimitado contra el orden y la naturaleza armónica.  De la lectura de estos libros, para nada infantiles, surgen unos personajes de fantasía que  parecieran invisiblemente tomar vida en las instalaciones del Hospital Central Enrique Tejera, de Valencia, y ejercer su funesto efecto en su personal y pacientes, de la misma forma en que lo hacen en la oscura prisión de Askaban. Me refiero por supuesto a los “dementores”, lúgubres  personajes que con su aliento succionan todos lo pensamientos y recuerdos positivos y hermosos de sus víctimas.
Y es que no hay más que acercarse a ese centro inhóspito ( No tiene nada de “hospitalario”), para sentir los efectos de la presencia de estos lúgubres personajes. El principal hospital de la ciudad de Valencia y del Estado Carabobo ha pasado de mano en mano, sin que a nadie le importe su destino final, y menos aún el destino de aquellos que en el buscaban, ya sea la  sanación, o las herramientas para sanar a sus semejantes. Ni que decir de los que buscan en él la oportunidad de APRENDER a SANAR a SUS SEMEJANTES.  En algún momento de su historia, llegó a recibir la Cruz de Sanidad, reconocimiento otorgado por el extinto Ministerio de Sanidad y Asistencia Social a los hospitales más destacados por su calidad de atención y administración.
Muchos años atrás los primeros pasos de quienes nos formamos como galenos en la Universidad de Carabobo, recorrían los pulcros pasillos de la maternidad y de maestros como el Dr. Fachín de Boni, Efraín Inaudi, Luis Torres Agudo, Montoya Travieso,  entre otros muchos admirados y recordados, recibimos las primeras luces para traer al mundo nuevos y sanos valencianos. En las salas de hospitalización del área de ampliación admirábamos la habilidad diagnóstica de maestros clínicos: José Enrique López, Efraín Sukerman, Raul La Salle, Abraham Sumoza, entre otros. En pulcros y disciplinados quirófanos aprendimos las herramientas de la asepsia quirúrgica y las técnicas mas actualizadas de la época de insignes cirujanos: Gubaira, Rincones, Guerra Méndez, entre otros. Y en el hermoso  auditorio de Anatomía Patológica, aprendimos la ciencia que los médicos temen, porque da a conocer sus errores, de manos del patólogo que fundó el Instituto a imagen y semejanza de aquel en que se formó en su Alemania natal: el Dr. Karl Brass. Autopsias y biopsias eran, como en las grandes urbes y Universidades del primer mundo,  parte de nuestra formación activa, tanto en el área clínica como en el área de Medicina Legal. En las salas de Pediatría aprendimos a enfrentarnos al sufrimiento infantil, y  a promover el correcto y sano desarrollo del niño, de manos de excelentes maestros: Rita Urbina, Gustavo Arcay, Gladys de Carmona,   y muchos otros que la memoria y el espacio me impiden mencionar. Corrían los tiempos de la hoy llamada “cuarta república”. Una Universidad con estudiantes seleccionados en base a sus calificaciones, con un rendimiento anual de más del 90% de egresados por promoción, y un profesorado comprometido con la docencia y la atención del paciente.
Los años pasaron, y cambiaron los administradores. Del Ministerio de Sanidad, con sus comisionados locales, pasamos a la descentralización, y como de costumbre, lo primero que hacen los nuevos “dueños” es cambiar el nombre a las cosas poseídas. De Hospital Central de Valencia, pasó a ser la “CHET”, siglas vacías, cuyo significado muchos hoy ignoran, restando valor al honor que en su nombre se hace al Dr. Enrique Tejera y a su obra. La nueva administración realizó cambios importantes y algunas mejoras, que con el cambio de gobierno central y la llegada de la “revolución” desde el 98, comenzaron a ser limitadas y menguadas. Nunca “bajaban” los recursos. Habría que analizar si los que se enviaban eran administrados con probidad y eficiencia. En el 2000 una nueva tragedia sacude al Hospital: se incendia e inhabilita la Maternidad. Doce años han pasado, y las reparaciones continúan casi paralizadas. Primero porque “no bajaban los recursos”. Con el cambio de gobierno regional las esperanzas de mejoras llegaron, para de nuevo verse frustradas. Pésima administración, partidización y sectarismo, y la llegada de cooperativas de dudosa capacidad y probidad, que comenzaron a realizar remodelaciones y nuevas e inconsultas modificaciones, sin resolver los problemas más relevantes de infraestructura y organización.  La danza de millones se exhibía en pancartas a la entrada de la institución, pero no se veía que llegara el cambio esperado. El clímax de desorden y corrupción fue denunciado públicamente en el 2007.La Gobernación local, en manos del tristemente célebre Luis Felipe Acosta Carles y su testaferro, Ricardo Hernández Lanz,  (ejemplos deplorables de la ineficiencia militar en la administración de servicios de públicos y de Salud), decidió destituir o jubilar de oficio a los médicos mas comprometidos con el buen funcionamiento y la ética institucional. Ante el público y aplastante fracaso demostrado por esa administración, la brillante solución del Gobierno Nacional fue intervenir la institución y re-centralizarla, poniéndola en manos de una “comisión interventora” fantasmal.   Esta delegó toda la autoridad en manos de personas que no queda más que calificar de poco capaces, para verse obligada a sustituir a su “ficha de confianza” a los pocos meses. Su ineficacia era tan proverbial que decidió renunciar. Durante este período las “reconstrucciones”, “remodelaciones” ( o re-destrucciones? ) fueron la norma. Destrucción del techo del servicio de Medicina A, Incendio del de Traumatología, Incendio de Medicina A….claras demostraciones de falta de planificación y de total ignorancia de las autoridades en todo lo relacionado a prevención de riesgos, sumada a una arrogancia ilimitada. Por si esto fuera poco,  se aupó la invasión de “representantes comunales” tarifados , tomando decisiones, amenazando a los galenos y al personal y persiguiendo a los que pensaban diferente.
Es ya rutina ver el desfile diario de cadáveres amortajados en camillas oxidadas, hacia la morgue en la que esperan angustiados los familiares y ansiosos los funerarios,  en medio de la pestilencia despedida por las cavas inservibles. La muerte se pasea a diario por la CHET, atestada de heridos y víctimas de la violencia y de la ineficiencia del sistema. La mugre en paredes y pasillos, jamás retocados ni pintados, los buhoneros vendiendo sin control, los familiares sentados en las escaleras del quirófano y a la puerta de la improvisada maternidad, esperando alguna novedad,  la basura acumulada por todos lados….triste espectáculo que desdice de la institución y de sus usuarios y administradores. 
  El éxodo de especialistas no se ha hecho esperar, y excelentes profesionales que durante el comienzo de la gestión descentralizada ingresaron a la nómina hospitalaria mediante concursos de oposición, han sido sustituidos por   contratados sin mediar evaluación, salvo la de estar comprometidos con el “proceso” o, al menos, no oponerse y guardar un silencio cómplice. A cambio,  y como contraprestación,  es raro llegar después de las once y conseguir algún adjunto en su sitio de trabajo. A veces, ni siquiera a los residentes. Las instituciones del sector privado los requieren y les pagan mejor.
 Centenares de egresados llenan hoy las filas de consulados, buscando salidas decentes a su formación especializada en otras latitudes, mientras los concursos locales quedan desiertos.
Y ¿como reclamarle a un joven que busque escapar de estos “pueblos blancos”, al decir de Serrat, y de esta “tierra enferma”?  ¿Cómo pedirles que se queden contemplando a los pocos y desanimados viejos de espíritu que solo medran en espera de su pensión,  y de “morirse al sol con la boca abierta al calor”?
En el cementerio de espíritus en que se ha transformado la “CHET”, definitivamente,  pululan los  “dementores”, que eficientemente succionan toda alegría y toda esperanza.  No hay conjuro que valga para revertir esta situación, mientras fuerzas oscuras de diversas tendencias sigan dominando y utilizando la institución solo para su beneficio particular, y sembrando desesperanza.
 No, no pueden “esperar mañana lo que no se dio ayer”. Solo pueden buscar “otras lunas” y continuar su formación en la espera de que esta pesadilla termine y aprendan a ejecutar eficientemente el conjuro del optimismo, el amor  a la tierra natal, la honestidad  y la fe en el futuro, y puedan,  ojalá, regresar y redimir esta tan maltratada institución, para bien de los que tanto los necesitan.
Heidi Mago

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