jueves, 28 de junio de 2007

...ACERCA DE UN EXAMEN SOCIO-ANTROPOLÓGICO DE LA SITUACIÓN NACIONAL ..!!

.... LA CLARIDAD CON QUE ALBERTO RODRIGUEZ BARRERA NOS REVELA EL DRAMA SOCIO-POLÍTICO QUE ABATE LA ESPERANZA DE LA SOCIEDAD VENEZOLANA, HACE OBLIGATORIO SU INSERCIÓN EN ESTE FORO... A LOS FINES DE DESPERTAR EL EXAMEN RACIONAL EN LOS ESTRATOS PENSANTES DE NUESTRA NACIÓN...( CON LAS EXCUSAS DEL ADMINISTRADOR DE ESTE FORO POR LO INELUDIBLE DEL TÍTULO DE ESTE TRABAJO DE BARRERA..)

CULITOS EN OFERTA
(ENTRE AVESTRUCES Y JIRAFAS)
-Alberto Rodríguez Barrera-

Están en todas partes, figurando con sus características simbólicas y frenando el despliegue más generoso del talento que la realidad actual tiene y reclama.

Algo dijo Bolívar sobre la libertad absoluta, ahí donde el cuello se estira pretendiendo estar por encima de las cosas o se oculta para ignorar del todo la apabullante consistencia de la verdad circundante.

Estamos rodeados de simulaciones y de simuladores que obvian el talento, ineludible e indispensable cuando las crisis preanuncian el desastre.

Esperando sin esfuerzo al enterrar la cabeza en el hueco o exaltándose en las alturas con el solo afán de la fama, el vacío existencial e intelectual aterra mientras ronda la muerte en torno a cascarones resecos.

Se habla de crepúsculos donde la dignidad se conjuga con la sumisión arrebañada de la entrega, se habla de la abyección adulante y cortesana sisando los bienes de la pobreza, y cuán poco se toman en cuenta las auroras del renacimiento.

Bajo los costosos harapos de cualquier disfraz, desde la presidencia baja una catarata de paja descocada que hace de Venezuela –tontamente- el más irresponsable, manirroto y derrochador de los países latinoamericanos.

El predicador de rumbos chuecos y de recursos sacados payasísticamente de bajo el colchón, el monócrata también se trastoca al instante en cantador de loterías, filósofo delirante de todas y cada una de las mayores simplezas, caudillo de insólitos y psicotomiméticos desplantes voladores, además de gran untador de toda fuerza o mando que saca del sombrero de maligno mago para hacerle creer a las tristes lunas incondicionales que lo circundan –vacas seleccionadas para el degüello- que algo son, más que trapos, menos que cerebros.

Como potrancas en celo o perras clavadas y atascadas a mitad de calle, los acólitos hacen lo que pueden: dejarse, con resignada complacencia, sin vergüenza y sin preocupación, respetando a nadie, ni a ellos mismos, puntas traseras entregadas sin desbarajuste ni rezongo, con la dignidad alquilada a la mordaza, más arrastrados que aquellos de quienes tanto denigraban, obsecuentes pescueceando para tampoco pasar desapercibidos en un ascenso que los lleva irremediablemente hacia el profundo abismo de su mediocridad.

La postración moral tiene el culito en oferta todos los días y en todo lugar y momento, vengan para que los vean.

Nótese igualmente que hoy en día surgen descartes, no hay jirafas o avestruces barraganas a la vista. Hay algo más miserable aún: una falange de antiguos izquierdistas dignos trocados en claque de mendicidad palaciega, sirvientes mayordomos que deprimen y arrugan el alma, candidatos al calificativo de la generación prostituta.

Pueden escogerse, además, de todas las condiciones etarias, con protuberantes fondillos plumados y una regresiva consistencia para enamorarse locamente de las altas y deschavetadas charreteras entreguistas que han dejado siempre una estela de desastres a través de nuestra historia.

El desastre del cual vamos a salir, sin que arda La Bastilla, esperamos, obedece a que estamos a las puertas del desastre más completo.

Las lágrimas hasta ahora regadas incompletamente por quienes se enparrandaron con Chávez para desdeñar a los partidos y, por ende, para desbaratar a la democracia, pueden ser mayores si oteamos el horizonte económico, donde el desorden existente promete una más grandiosa inflación, que puede hacerse inabordablemente descontrolada, gracias al irresponsable demagogo.

El jefe de las jirafas ha logrado la más negativa redistribución de los ingresos que ha visto Venezuela en toda su historia. Esto lo sabe la oligarquía que con él se muerden la cola. Nuestro déficit galopante no se ha salvado con el chorro petrolero.

No pudimos con el sainete aún desplegándose, pero estamos a tiempo para salvarnos de la pesadilla total si congelamos la Monocracia de Chávez.

Gracias a su demagogia, su deshonestidad y su incapacidad, el monócrata atrincherado en Miraflores ha elevado y agravado todos los males de Venezuela hasta niveles críticos jamás vistos. Esta es una verdad y una calamidad compartida con la camarilla de ineptos escoltas que han detentado con él el poder.

Lo que vemos es una muestra, multiplicada por mil, de lo peor vivido por las jirafas y avestruces de la democracia, pero más apropiadamente de lo peor vivido por las charreteras autócratas que ensuciaron nuestra historia.

Entre avestruces y jirafas, los partidos podrían volver de la muerte súbita o la baja de efectivos sufrida en los años recientes. Tras andar como sombras por los rincones, lamentando su pérdida de afiliados debido al eclipse astral, pueden dejar de pasar desapercibidos.

Los escándalos y robos perpetrados por la Monocracia, traen tristes recuerdos de agonía y decadencia. Si la poda se hizo –como era lo pertinente- debemos también ver la expulsión de la pestilencia, la recuperación del colapso ideológico y de la ruina moral, en que cayeron –por lo demás- otros partidismos del mundo.

El Muro de Berlín cayó por envilecedor, por la semilla fatal del burocratismo corruptor girando agazapado y con impunidad, y porque no hay peor asesino que la protuberante corrupción.

Todo partido puede llegar siempre al poder, aún desde la nada, como el MVR, pero muere inmisericordemente cuando los ácidos de la inmoralidad sobreviven carcomiéndose todas las variables que se desprenden de la virtud. Así fue ayer y así será mañana. Sólo sobreviven los más aptos.

La aptitud no estuvo entre las virtudes de los jardines colgantes de Babilonia: los partidos no deben quedar como unas ruinas que los turistas pueden ver como se ve al Coliseo de Roma o al Partenón de Atenas, ya que todo deterioro requiere tan solo de oportuno y buen mantenimiento, si cuenta con el talento que –como ya se ha dicho- es algo que no admite simulación. Como conductores de las fuerzas sociales, no hay mejor alternativa que los partidos políticos.

Pero una tropa de escoltas serviles –fingiendo ser partido- puede ser tan solo una tragicómica caricatura de cachuchas rojas. Otra tropa de ansiosos anhelantes-con-costura-a-la-vista tampoco pinta un cuadro muy convincente.

Los partidos que nos puedan sacar de la extrema inestabilidad en que nos hunde la Monocracia no sirven como avestruces y jirafas incapaces de conjugar la ecuación fundamental de pasado, presente y futuro. Esto último no es agazapable ni pantalleable.

Así como no llega al cielo una sola jirafa ni una sola aveztruz llega al infierno, se requiere de gente, gente organizada que interactúa, que se reúne, planifica y visibiliza banderas de intereses comunes, procreando líderes cargados hacia el futuro y con sonoros deseos de señalar y acabar con la proliferación del virus que nos acogota: el poder de la mediocridad.

Si vivimos los tiempos modernos –como Charlie Chaplin entre engranajes y máquinas-, valga el ejemplo o símil que nos ofrece a diario la era cibernética, donde a la vista de todos y cada año se renuevan y multiplican las innovaciones tecnológicas, haciendo del futuro algo que siempre comienza con el nuevo amanecer, que viene del ayer y que se trabaja hoy para que el refulgir del mañana sea superior…

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